"La araucana" II: ¿y dónde está el héroe?
Una pregunta que el poema siempre ha despertado es: ¿quién es el héroe? La respuesta más inmediata podría ser Caupolicán, pero sucede con él lo mismo que con los otros candidatos posibles: algún rasgo suyo, o alguna circunstancia de la historia, lo descalifica sin posibilidad de reclamo. En el caso de Caupolicán, su forma de morir es indigna: es atravesado por la lanza de su contrario al salir de su tienda, desnudo y debilitado, donde estaba disfrutando de un momento de reposo con Guacolda (el bello nombre de su novia). Dentro de los códigos de virilidad de la épica, su muerte es demasiado “femenina”, porque no cae como un guerrero en plena lucha.
Algunos han intentado ver al mismo Ercilla como héroe de su poema, pero esto tampoco es tan sencillo, ya que Ercilla jamás ejerce violencia en el poema, y los valores militares son esenciales para un héroe épico como el que debería aparecer -y no lo hace- en este extraño poema. El problema del héroe es central en “La Araucana” porque está íntimamente relacionado con el problema del imperio. ¿Estamos frente a un texto colonial o frente a un texto imperial? Para responder a esa pregunta, antes es necesario cuestionar la idea de que existió, en efecto, una entidad histórica y política que pueda ser denominada como “imperio español”.
Anthony Pagden se niega a hablar de un “imperio” al referirse a la España de los siglos XVI y XVII; él habla de una confederación de reinos y principados, una serie de coronas reunidas por primera vez bajo el mismo monarca a partir de Carlos V. Lo importante es que cada corona mantuvo, pese a todo, su autonomía y sus fueros: no hay unidad institucional, en otras palabras. Como ejemplo, se puede pensar en el asunto de la censura, y en cómo ciertos reinos censuraban los textos que otros permitían. Otro ejemplo está en las constantes revueltas, como las mismas guerras civiles del Perú: en el siglo XVI, las colonias no se consideraban a sí mismas como tales, sino como reinos, aspirando así tempranamente a una autonomía que pasado el tiempo lograrían. No había tampoco, en España, una unificación legal.
Dicho esto, no se puede negar que existió una ideología imperial española, un mito imperial español, como se refiere a él Henry Kamen. Esto no implica, ahora bien, que todos los escritores españoles de la época participaran de esta ideología; y tampoco que, si lo hacían, no tuvieran su propia concepción del imperio. Por lo menos en Ercilla, la ideología imperial está problematizada por la ausencia de un héroe, condición de posibilidad de una épica celebratoria imperial; y también por la representación de los araucanos, que podría verse como demasiado aprobatoria, casi heroica, a pesar de que son los enemigos.
El araucano es un pagano y, a la vez, el depositario que concentra los valores épico-caballerescos. El araucano es, de alguna manera, un recipiente vacío que se llena de acuerdo con las necesidades de la trama. La imagen que de ellos se da rompe, a todas luces, el decoro: hombres y mujeres de toda condición social son lúcidos y articulados en el discurso oral. Por otra parte, es innecesario decir que una representación tan hiperbólica y estilizada hace imposible comparar a los araucanos de Ercilla con sus modelos, los mapuches chilenos.
Entonces, podríamos decir que este poema, al mismo tiempo que celebra el expansionismo imperial español (recordemos las escenas de Lepanto y San Quintín, la esfera del mago Fitón, la aparición de la Virgen para salvar a sus guerreros españoles), presenta una representación del otro que cuestiona la autorrepresentación imperial. En más de una ocasión, los españoles son descritos como cobardes, crueles y codiciosos, lo que oscurece aún más el problema. Esto se explica, quizá, porque los modelos épicos básicos para Ercilla tienden a alejarse de Virgilio, acercándose más a la “Farsalia” de Lucano, un texto sobre la guerra civil y sobre el fracaso de la ilusión imperial. En esta línea, ¿sería lícito encontrar una corriente anti-imperial en “La Araucana”, un texto que tradicionalmente ha sido leído como propaganda imperial?