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"Divertimento" de Julio Cortázar

Publicado: 2011-09-09

Un amigo que escribe una tesis sobre el rock, la contracultura y la juventud de los años sesenta en la literatura de “la Onda” mexicana me presta “Divertimento”, novela breve que Julio Cortázar escribió en 1949, cuando tenía 35 años, y que fue publicada póstumamente en 1986. Lo primero que pienso, después de recorrer –con menos interés real que culpa de lector que ha llegado tarde a la fiesta– estas ciento cuarenta páginas que su autor decidió dejar en la sombra, es que a Cortázar debió costarle mucho no publicar este texto, una decisión que vista desde hoy resulta irreprochable. “Divertimento” contiene tópicos y personajes, espacios y referentes, de los que el joven Cortázar no se pudo desprender, hasta que al fin consiguió darles un mejor lugar en “Rayuela”, de 1963. La sensibilidad de los amigos artistas que habitan el experimento de 1949 no solo anticipa la que unirá a los miembros del Club de la Serpiente, sino que constituye su primera forma, su debut imperfecto. No me parece productivo entender “Divertimento” como un experimento fallido; más bien, es posible verla como una proto-Rayuela en miniatura que, al mismo tiempo, no tiene nada que ver con “Rayuela”. Presenta, exactamente, los mismos elementos que más de una década después formarán parte de una obra maestra, pero algunos de ellos son aún demasiado tenues, y otros son tan exagerados que parecen exigir una dosis de autocrítica.  

El puente entre ambas novelas es el círculo de artistas: en la primera se llama “Vive como puedas”, nombre revelador de la disipada ética de sus miembros, poetas, pintores y otros bohemios que viven en Buenos Aires y se dedican, como en “Rayuela”, a reunirse periódicamente en sesiones cuyo objetivo no es, en realidad, discutir sobre poesía o pintura, sino ensayar juntos el montaje de un happening. Lo artístico no está en la obra de estos amigos, que a excepción de un cuadro malo y algunos cadáveres exquisitos, es inexistente. Como sucede con Oliveira, la Maga, Ossip y los demás, pasa en “Divertimento” que la verdadera obra de arte puesta en marcha durante las sesiones del “Vive como puedas” reside, finalmente, en el tipo de amistad que relaciona a Jorge, Marta, Renato y los otros. La misma comunidad que se autodenomina “Vive como puedas”, dueña una forma particular de entender el vínculo entre la vida y el arte, es la contribución de sus autores a la literatura. Esta idea será central en “Rayuela”, pero haber llegado a ella como se llega a una intuición productiva no basta, todavía, para escribir una buena novela.

Se podría pensar que lo que falta, en “Divertimento”, es la estructura de “obra abierta”. Sin embargo, no es este aspecto de la novela mayor de Cortázar el que seduce a sus lectores hoy. Muchos consideran que la “Rayuela” vanguardista, la que busca asombrar por su sofisticación formal, ha pasado a ser una pieza de museo. Para rescatar la novela, algunos se quedan con la historia de amor, y otros preferimos valorar los vínculos que se tejen en el Club de la Serpiente. Las pedantes discusiones de Horacio y compañía no sobreviven en la memoria del lector por su contenido, su aporte intelectual o su ingenio. El lector sabe lo que los personajes quizá ignoran: que su búsqueda metafísica, su contradictorio afán por salir de la cultura occidental a través de lo que es, en algunos casos, poco más que name-dropping culturoso, constituye el ropaje verosímil que asumen sus momentos de compañía. El Club de la Serpiente no es un grupo de intelectuales, tampoco en realidad un círculo de artistas: es un sitio de interacción, que sigue siendo estimulante por sus reglas de convivencia. El Cortázar maduro, que se asoma detrás de Oliveira y desaparece, se toma en serio los afectos y las necesidades de sus personajes, pero sonríe con paciencia ante lo que dicen cuando están juntos: lo importante es que estén ahí. El autor de “Divertimento” no es irónico: vacila demasiado. Normalmente se esconde tras la ingenuidad de su narrador en primera persona, que admira a los miembros del “Vive como puedas”, pero a veces se quita la máscara y se burla de estos impostores, desnudándolos como fraudes. El sarcasmo, una actitud ausente en “Rayuela”, traiciona las dudas del Cortázar joven: él no respeta ni podría respetar lo que sus personajes dicen, pero eso lo lleva a desconfiar, también, de lo que sienten. Y esta desconfianza los aniquila para nosotros.


Escrito por

Luis Hernán Castañeda

Escritor. He publicado las novelas "Casa de islandia", "Hotel Europa", "El futuro de mi cuerpo" y "La noche americana".


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